Dolor
de cabeza, malestar general, náuseas, constante sed y demás
síntomas conforman la conocida resaca. Toda esta sintomatología es
frecuente después de una ingesta excesiva de alcohol.
El
agua puede actuar potenciando o calmando estos síntomas; esto es, dependiendo
de en qué momento tomemos agua, ésta nos será beneficiosa o, por el contrario,
agravará los síntomas típicos de un domingo de mañana después de una buena
juerga.
Como
en cualquier proceso químico, se necesita agua y toda pérdida de agua se
denomina deshidratación. Este agua se utiliza en la metabolización del
alcohol, que se produce mayoritariamente en el hígado, aunque también en los
tejidos o en los riñones. En esta metabolización se produce una
disminución de glucosa en sangre, lo que da lugar a los efectos de la
embriaguez como son los mareos, el cansancio o los temblores. De esta
deshidratación deriva la característica e incesante sed.
Curiosamente,
en contraste con la afirmación de la necesidad de agua para mejorar la
sintomatología de la resaca, si bebemos agua durante la ingesta de alcohol, lo
conocido como "garrafón", la resaca será más notable, debido a que el
agua mezclada con alcohol hará que éste se absorba con mayor celeridad.
En conclusión, el agua nos ayuda en el alivio de este mal
común, aunque también puede hacer mayor sus efectos.
Sabela Benlloch
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